¿Qué es la anáfora? (Subtítulos en español e inglés. Para ver los subtítulos en español, haz clic en "Settings")
Por Raymond Malewitz, Profesor de Inglés en la Universidad Estatal de Oregón
Traducido por Raisa Cañete Blazquez
La anáfora es la repetición de palabras o frases en un grupo de oraciones, clausulas, o versos. Es como una epístrofe, la cual expliqué en el vídeo anterior, con la excepción de que la repetición en una anáfora ocurre al comienzo de estas estructuras mientras que la repetición en una epístrofe ocurre al final. Como la epístrofe, la anáfora tiene orígenes antiguos, combinando las palabras griegas ana, que significa repetir o volver, y pherein, que significa llevar.
Como su origen sugiere, cuando oímos o leemos anáforas, los sonidos y los significados de ciertas palabras se nos vuelven a presentar una y otra vez hasta que empezamos a internalizarlos. En otras palabras, al igual que otras formas de repetición literaria—la epístrofe, la rima, la métrica, y demás—las anáforas son recursos nemotécnicos increíblemente poderosos. Al recordar los discursos de Martin Luther King “Tengo un sueño” o de Winston Churchill “Lucharemos en las playas”, recordamos las anáforas.
De varias maneras, estos discursos rememoran momentos previos en la historia de la humanidad en los que las formas orales de comunicación eran mucho más prominentes que las escritas. Dos de los documentos más antiguos de la historia son el Antiguo y el Nuevo testamento de la Biblia, y ambos están repletos de anáforas: “no…,” “benditos los que…,” “da al señor…,” etcétera. Estas frases repetitivas se aseguran de que las lecciones que representan son transmitidas por sus oyentes milenios después de su creación.
Los poetas usan este recurso para obtener un efecto similar. John Keats usa la anáfora durante su famoso poema “Oda a una urna griega” para expresar el sentido de inmortalidad del arte visual que describe, y Langston Hughes usa este recurso de forma similar en muchos de sus poemas, incluyendo “El negro habla de los ríos.”
Sin embargo, dado el presente momento histórico, quiero dedicar un minuto a un poema muy reciente—“Pandemia” de Lynn Ungar, escrito tan solo hace dos meses durante los inicios del actual confinamiento por COVID-19. Así va:
¿Y si lo vieras como
los judíos consideran el Shabat —
el tiempo más sagrado que hay?
Deja de viajar.
Deja de comprar y vender.
Deja, solo por ahora,
de intentar hacer el mundo
diferente a como es.
Canta.
Reza.
Toca solo a aquellos
a quienes confías tu vida.
Céntrate.
Y cuando tu cuerpo se quede quieto,
extiende el corazón.
Entiende que estamos conectados
de maneras aterrorizantes y hermosas.
(Apenas podrías negarlo ahora.)
Entiende que nuestras vidas
están en manos de cada uno de nosotros.
(Ciertamente, eso ha quedado claro.)
No extiendas las manos.
Extiende el corazón.
Extiende tus palabras.
Extiende todos los hilos de compasión que van, de manera invisible,
adonde no podemos tocar.
Prométele al mundo tu amor —
para lo bueno o para lo malo,
en la salud y en la enfermedad,
por el resto de nuestras vidas.
Lynn Ungar es una ministra y poetisa, y su profesión pinta claramente los temas del poema. Pero también influye el estilo anafórico del poema, al pasar de dar instrucciones sobre qué no hacer (“Deja de viajar./ Deja de comprar y vender.”) a instrucciones sobre qué hacer (“Extiende el corazón./ Extiende tus palabras. / Extiende todos los hilos de compasión…”) Las dos acciones opuestas en el poema—contracción y expansión—se ven enfatizadas por las anáforas contrarias, las cuales en la primera estrofa nos dicen a lo que estamos renunciando y en la segunda nos muestran cómo podemos reconfortarnos mientras continuamos con la distancia social.
No puedo predecir si el poema vivirá pasada la actual cuarentena, pero lo que sé es que lo llevo conmigo ahora, en gran parte debido a las anáforas que dan cuerpo a su mensaje. Cuiden de su salud.