¿Qué es la anticipación? (Subtítulos en español e inglés. Para ver los subtítulos en español, haz clic en "Settings")

Por Evan Gottlieb, Profesor de Inglés en la Universidad Estatal de Oregón

Traducido por Raisa Cañete Blazquez

Si alguna vez has leído una novela que te ha dejado con ganas de saber qué va a pasar después, o has visto una película que va dejando pistas sobre el destino de uno o más de sus personajes, probablemente ya has experimentado la anticipación. La “anticipación” es un recurso narrativo en el que se van dejando sugerencias o advertencias sobre los eventos que están por venir.

A veces, la anticipación es relativamente obvia; otras, puede ser más oscura o esotérica, epecialmente cuando ciertos elementos solo se reconocen como anticipación después del hecho en sí, cuando los lectores tienen más información con la que contextualizar y encontrar el sentido a lo que ha pasado antes.

La anticipación aprovecha la diferencia entre dos términos literarios adicionales que, en conversación, a menudo se usan como sinónimos, pero que en realidad significan cosas muy diferentes: el argumento – que es el orden de los eventos en una narración a medida que ocurren de manera lineal – y la narración, que son los eventos que se cuentan o relatan.

Cuando una pieza de anticipación aparece al principio de la narración, nos indica o apunta hacia algo que tendrá lugar más tarde en el argumento: normalmente sin decir exactamente qué va a pasar, pero dejando alguna pista o haciendo alusión a algo que ocurrirá más adelante, por así decirlo. Nos lo hacen saber en este momento de la narración para aumentar nuestra anticipación y hacer que queramos averiguar qué va a pasar.

La anticipación puede servir varios propósitos: El más común es generar o aumentar la tensión o el suspense de la narración. Es por esto que la anticipación a menudo se encuentra al final de capítulos o secciones, y por lo que es una característica estándar en géneros que se basan en el suspense, como la novela gótica y las películas de terror.

Un ejemplo clásico de este tipo de anticipación nos lo da Mary Shelley en su famosa novela gótica – y de los inicios de la ciencia ficción – Frankenstein, de 1818. Cuando Víctor Frankenstein nos habla de su infancia, por ejemplo, está narrando desde la perspectiva privilegiada de muchos años después – por lo que sabe más de lo que nosotros, como lectores, sabemos que ocurrirá en el futuro.

En un momento dado, por ejemplo, Víctor cuenta como, durante unas vacaciones en familia cuando tenía 13 años, un día lluvioso lo obligó a quedarse en casa, y Víctor encontró unos libros viejos de filosofía oculta del místico medieval Cornelio Agrippa. Tras empezar a leerlos ansiosamente, le preguntó a su padre sobre ellos, pero no le hizo mucho caso. Entonces Víctor nos cuenta:

“Si, en lugar de eso, mi padre se hubiera tomado la molestia de explicarme que las teorías de Agrippa ya habían quedado completamente refutadas, y que se había instaurado un sistema científico moderno . . . con toda seguridad habría desechado el Agrippa. . . . Es posible incluso, que el tren de mis ideas nunca hubiera recibido el impulso fatal que me condujo a la ruina. Pero aquella mirada displicente que mi padre había lanzado al libro en ningún caso me aseguraba que supiera siquiera de qué trataba, así que continué leyendo aquel volumen con la mayor avidez.”

Aquí vemos un ejemplo muy explícito de anticipación, algo que le dice al lector claramente que habrá consecuencias negativas como resultado de la temprana exposición de Víctor a tratados místicos que no respetan los límites y las fronteras de la ciencia moderna (tal y como Víctor infringirá los límites de lo posible al aprender a reanimar materia muerta).

Pero, como ya he dicho, a veces la anticipación no es tan obvia – a veces no es algo que el narrador dice, por ejemplo, sino algo que ocurre cuyo significado solo entenderemos más adelante. Y aquí tenemos un buen ejemplo de esto, tan solo unas páginas más adelante en la novela de Shelley, cuando Víctor – aún narrando los recuerdos de su infancia – evoca el recuerdo de ver

“la tormenta más violenta y terrible.. Junto a la puerta, de repente observé un rayo de fuego que se levantaba desde un viejo y precioso roble que se encontraba a unas veinte yardas de nuestra casa; y en cuanto aquella luz resplandeciente se desvaneció, el roble había desaparecido, y ya no quedaba nada allí salvo un tocón abrasado. . . . La catástrofe del árbol me dejó absolutamente asombrado, y con gran interés le pregunté a mi padre por el origen y la naturaleza de los truenos y los rayos. Me contestó, ‘Electricidad’ . . .”

Probablemente los primeros lectores de Shelley no supieron cómo interpretar esta escena más allá de reconocer la sublimidad del poder de la naturaleza: pero algunos capítulos después en la novela, cuando Víctor emprende al fin su terrible acto de creación, se insinúa fuertemente que el poder detrás de su creación es el mismo que devastó al roble de su infancia: la electricidad.

Cuando Víctor describe su plan para “insuflar una chispa de existencia en aquella cosa exámine que estaba tendida a mis pies," los lectores pueden regresar a aquel primer relámpago y reconocer esa anticipación astuta que solo se ve con claridad más tarde, en lo que Víctor llama “el taller para mi repugnante creación.”

Como con muchas anticipaciones, esta es la forma de Mary Shelley de decir a sus lectores, básicamente, “¡No digas que no te lo advertí!” Naturalmente, la anticipación también se usa a menudo en narraciones realistas: cada vez que un narrador en primera persona dice algo como “Quién me iba a decir que mi decisión de saltarme el café de la mañana me perseguiría hasta la media tarde,” nos encontramos en el reino de la anticipación: incluso si todo lo que se augura aquí es el hecho de que el narrador se quedará dormido en una reunión de departamento de por la tarde.

Nota: este ejemplo no está para nada basado en mi experiencia personal!

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