¿Qué es el Deus Ex Machina? (Subtítulos en español e inglés. Para ver los subtítulos en español, haz clic en "Settings")
Por John Larison, Instructor de Inglés en la Universidad Estatal de Oregón
Traducido por Raisa Cañete Blazquez
Imagínate. Llevas años trabajando para preparar una solicitud de ingreso a una universidad digna de la Ivy League. Has sacado sobresalientes en todas las clases más difíciles, has completado cientos de horas de servicio a la comunidad, lo has clavado en los exámenes calificativos, e incluso has jugado en el equipo de baloncesto tres años seguidos. Y justo cuando estás a punto de enviar tu solicitud, suena el teléfono. Es la oficina de admisiones de Harvard. Dicen que no te molestes en llenar la solicitud. Te han aceptado. Enhorabuena, empiezas en agosto.
Por una parte, estarías contento. Vas a ir a la universidad de tus sueños. Pero, por otra parte, puede que te sientas un poco decepcionado, ¿no? O sea, has hecho todo este duro trabajo, has dejado de quedar con tus amigos para tener más tiempo para estudiar. Quizás ni siquiera te gustaba el baloncesto en primer lugar. Después de todos los sacrificios que has hecho, querías ver si podrías ganarte una plaza en Harvard.
Historias como esta no pasan en la vida real. Pero esta situación hipotética nos puede ayudar a entender el recurso narrativo Deus Ex Machina.
Deus Ex Machina, del latín, significa “el dios [que baja] de la máquina,” y es un recurso que existe desde los tiempos del teatro griego. El antiguo dramaturgo Eurípides popularizó la técnica. Sus tragedias ponían a los personajes en situaciones desconcertantes; se esforzaban por resolver sus dilemas para ser salvados de la derrota en el último momento por algún tipo de efecto especial. Ves, Eurípides disfrutaba trayendo dioses al escenario con la ayuda de una máquina como una grúa. De ahí el nombre, Deus Ex Machina.
Este recurso narrativo se ha usado desde entonces por escritores con dificultades para encontrar un final para su historia.
Puede que lo hayas visto en la novela de William Golding El señor de las moscas, sobre niños atrapados en una isla, rescatados por un oficial de la Marina que casualmente pasaba por la isla. Charles Dickens lo usó en Oliver Twist, Tolkien lo usó también en El señor de los anillos. Hasta a Shakespeare se le conocía por usar la técnica de vez en cuando. Y cuando se usa el Deus Ex Machina, los lectores casi siempre se sienten—meh—un poco decepcionados.
Aquí va el por qué: Cualquier historia—antigua o contemporánea—consta de solo algunos ingredientes clave. Tenemos el escenario, la realidad en la que ocurre la historia. Tenemos al protagonista, el personaje principal, la estrella. Y tenemos el problema que el protagonista está tratando de resolver. El argumento de una historia se construye con las acciones del protagonista para resolver el problema.
Las historias más satisfactorias—aunque no te lo creas—tienden a ser aquellas en las que el protagonista lo pasa mal. Vemos al personaje toparse con obstáculos, tratando de vencerlos, fracasando primero, y luego—¡esperamos!—triunfando. Un obstáculo lleva a otro, y a otro, y el en clímax de la historia, el protagonista se enfrenta al obstáculo más desafiante de todos. Este momento mágico de la historia pone al público al borde de sus asientos; apostamos por el protagonista; esperamos que nuestro héroe se enfrente al desafío.
Deus Ex Machina nos roba ese placer. En vez de ver al protagonista vencer el obstáculo más desafiante de todos, Voldemorto el lado oscuro, vemos a nuestro héroe ser rescatado por una fuerza externa. Resulta que nuestro héroe nunca fue un héroe, solo una víctima que necesitaba ayuda. Imagínate que Harry Potter, en el séptimo libro, se olvida de cómo lanzar hechizos y que le rescata de cierta muerte la reina de Inglaterra.
Ahora, ¿la fuerza que rescata al protagonista?—no tiene que ser un dios…o una reina. Pero tiene que venir de fuera del escenario inmediato de la historia. Recuerda El señor de las moscas. Durante todo el libro, hemos estado en la isla con esos niños atrapados mientras luchan para seguir con vida: cazando cerdos, organizando facciones rivales, evitando asesinatos a sangre fría. Al final, el protagonista está a punto de ser asesinado por sus antiguos compañeros. Se ve indefenso en la playa.
Pero en lugar de salvarse a sí mismo, le salva un personaje al que no hemos visto antes, un oficial de la Marina—alguien de fuera del escenario de la isla—que por suerte pasa por esa playa específica en ese preciso momento.
En la vida real, quizá preferirías que te llamen de la universidad de tus sueños y te acepten incluso antes de enviar la solicitud. Pero en ficción, esperamos que sea el protagonista el que resuelva sus propios problemas.