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Por Neil Davison, Profesor de Inglés en la Universidad Estatal de Oregón
Traducido por Raisa Cañete Blazquez
El monólogo dramático es un tipo de poema lírico, la segunda forma de poesía más antigua del mundo occidental después del épico. Pero a diferencia de los épicos de larga narración con sus héroes y dioses, la poesía lírica se desarrolló como un poema corto, meditativo de la cultura griega contada al son de cuerdas contra un instrumento parecido al arpa llamado lira mayormente ante audiencias aristocráticas. El instrumento dio nombre a la forma poética, y a su vez es de donde deriva el término lírica para referirse a las palabras de una canción.
Desde sus orígenes en la cultura helénica hasta el final del siglo XVIII, sin embargo, se daba por hecho que la voz de la poesía lírica era la misma del poeta, ofreciendo en ritmos musicales elaborados y metáforas provocativas sus propias experiencias o pensamientos directamente a la audiencia o lectores u oyentes.
Los poetas del movimiento romántico en Europa en la década de 1780 y más tarde empezaron a escribir un tipo diferente de poema lírico llamado monólogo dramático. En este tipo de poema, el poeta adopta un personaje (una voz y personalidad diferentes) tal y como un dramaturgo pone sus pensamientos en boca de personajes en una obra. Pero en el poema monólogo dramático, la voz/personaje revela a través de la observación que él/ella a menudo habla a una audiencia distinta del lector—dirigiéndose a otra figura en el poema o incluso una que el hablante imagina que necesita oír sobre un asunto urgente cuando en realidad no está presente en ese momento.
En el monólogo dramático romántico, el personaje a menudo tiene un cuento que contar que sugiere las luchas y victorias de la gente común, a menudo en entornos rurales, y cómo podrían encontrar consuelo en ideales humanos como la paz de la naturaleza, la satisfacción espiritual, o las relaciones de amor entre familiares, amigos, o amantes. Los temas de estos poemas tratan de enseñar una lección al lector sobre la ética o la belleza y se cuentan directamente a la audiencia implicada con una sinceridad urgente. En el poema de Samuel Taylor Coleridge de 1798, La oda del viejo marinero, por ejemplo, un viejo marinero para a un invitado de una boda de camino a la ceremonia y le explica lo que ha aprendido sobre la devoción, el amor, y el respeto por toda cosa viviente—concluyendo su monólogo con el sentimiento romántico de que “Reza mejor quien mejor quiere/todas las cosas, grandes y pequeñas/porque el Dios amado que nos quiere/creó y ama a todos.”
En la Inglaterra del siglo XIX, la forma del monólogo dramático se convirtió en un tipo de poema esencial para la generación de la gente inglesa conocida como victoriana por su reina, que gobernó durante 70 años. Ya que la novela era la forma de literatura más popular durante aquella era, el monólogo dramático parece haber atraído a la fascinación de la audiencia victoriana con caracteres ficticios.
También durante este periodo, un poeta en particular, Robert Browning, cambió el monólogo dramático al introducir personajes muy preocupados, delusivos, o egoístas que, tal y como ellos mismos explican a la audiencia, indirectamente revelan sus malas percepciones y fracasos—los cuales no parecen comprender. Entonces, incluso antes de la llegada del narrador poco fiable en la ficción moderna, estos personajes de monólogos dramáticos funcionaban en los poemas de la misma forma que expliqué en un vídeo anterior sobre ese otro modo narrativo. En uno de los monólogos dramáticos más famosos de Browning, titulado “Mi última duquesa,” un duque del renacimiento está haciendo un tour por su magnífica casa con un agente del conde, quien ha venido a hablar de los términos del próximo matrimonio del duque. El duque se siente obligado a explicarle cómo llegó a perder a su primera esposa, la duquesa del título del poema. Cuando la pareja se encuentra con un cuadro tapado con una cortina, el duque retira las cortinas para revelar el retrato de su anterior esposa. Le explica al agente que su última duquesa nunca aprendió que le debía haber mostrado respeto y adoración sobre todas las cosas—tal y como dictaba la cultura aristocrática de su época. Pero el duque sigue explicando que la duquesa tenía
un corazón—¿cómo decirlo?— que se alegraba demasiado pronto,
Que se impresionaba demasiado pronto; le gustaba todo cuanto veía,
y su mirada iba a todas partes.
¡Todo era uno aquí, señor! Mi dádiva en su pecho,
la declinante luz del día por poniente,
la rama de cerezas que algún loco intempestivo
quebró en el huerto para ella, aquella mula blanca
en la que daba vueltas a la finca, todos sacaban
de ella por igual señal de aprobación,
o, al menos, un rubor. Daba las gracias a los hombres
de alguna forma, no sé cómo, igual que si rimara
el don de novecientos años de mi nombradía
con otro de cualquiera.
En este pasaje, el duque de hecho revela ser un controlador total; y a continuación, ¡implica que hizo que mataran a la duquesa por lo que percibía ser su insolencia! Aunque el agente nunca habla o juzga al duque, nosotros como lectores escuchamos su conversación y nos podemos permitir ver en el control del duque sobre su mujer (incluso sobre a quién le deja ver el retrato), que su obsesión con ser alabado va más allá de las suposiciones matrimoniales de su época. De esta forma, los lectores del poema se ven animados a entender las explicaciones del duque irónicamente, y con esto, a captar la denuncia feminista de Browning del control y abuso del duque a su mujer.
La actualización de Browning del monólogo dramático influenció cómo se usó la forma por la mayoría de los poetas del siglo XX, desde el poema influencial de T.S. Eliot en 1917 “The Love Song of J. Alfred Prufrock” al de Sylvia Plath en 1965 “Lady Lazarus” al de Ai en 1979 “Killing Floor” al de Rita Dove en 1980 “The House Slave.” Cada uno de estos poetas tan diferentes reconoció que el monólogo dramático permite al escritor implicar una distancia irónica desde las observaciones del poema de un personaje. Como lectores cuidadosos, también reconocemos que nos están forzando a escuchar a ese personaje de forma irónica, y al igual que con el narrador poco fiable, compartir un entendimiento de la psicología del personaje con el autor, para quien el personaje permanece ciego, envuelto como él o ella está en falsas percepciones y alucinaciones sobre él o ella misma, sobre otra gente, y sobre el mundo.